En Lanzarote, innumerables erupciones volcánicas han formado un extraño paisaje lunar. Casi nunca llueve. Debido a la aridez, apenas hay árboles de forma natural. Antes de que se construyera todo en las costas para los turistas, muchos lugares de la isla recordaban al Sahara.
En Lanzarote , sembrar en el suelo kárstico y seco para obtener alimentos, es un gran reto para sus habitantes. Sin embargo, consiguen, incluso, producir vino, gracias a miles de pequeñas hondonadas ,que actúan como depósitos de agua, donde cultivan vides; además, la porosa roca volcánica absorbe el rocío como una esponja.
Al igual que en el Sahara, los camellos se utilizaban antiguamente como animales de carga en la agricultura de Lanzarote. Sindo Morales, trabajó con los animales en el campo cuando era niño y hoy los cría. Todas las mañanas conduce de treinta a cuarenta camellos por el paisaje volcánico hasta las "Montañas de Fuego", donde transportan sobre sus jorobas a los turistas por el parque nacional.
Lanzarote, la "perla negra" del Atlántico, es fuente de inspiración para lugareños y visitantes. El artista y arquitecto lanzaroteño César Manrique realizó proyectos pioneros en "su isla”, como el restaurante panorámico Mirador del Río, donde el edificio se funde con el paisaje. El alfarero Aquilino Rodríguez produce su propia arcilla a partir de la singular tierra volcánica que recoge en sus incursiones por las montañas, así, cada objeto que sale de su horno contiene un trozo de Lanzarote.
A sólo 15 kilómetros al sur de Lanzarote se encuentra Fuerteventura, un imán para los aficionados a los deportes acuáticos de todo el mundo, que encuentran condiciones ideales en las innumerables pequeñas bahías de la costa norte. Es ahí donde el surfista Luis de Dios, encontró su hogar, ya que en Fuerteventura su deporte se convirtió en una forma de vida. Para preservar su paraíso, Luis limpia regularmente de basura las playas donde practica surf, y la convierte en arte.
La energía eólica, aparentemente inagotable y que tanto gusta a los surfistas, ha sido bien aprovechada desde hace tiempo por los habitantes de Fuerteventura, en donde hay cientos de molinos de viento, de los que sólo tres siguen funcionando hoy en día.
El molino de Tiscamanita lleva dieciocho años al cuidado de Jorge Padilla, que todas las mañanas iza las velas de la "bestia rebelde", como llama a su molino, y a donde, por ley, los isleños pueden ir a moler gratuitamente su grano en cualquier momento.
Vistos a la distancia, los diversos tonos de la tierra de la isla recuerdan al desierto del norte de África. De hecho, Fuerteventura tiene extensiones kilométricas de zonas arenosas, como la duna movediza de El Jable, cuya conservación está en peligro. La joven científica medioambiental Yanira Arocha, se ha propuesto salvar la duna para preservar algo único de Fuerteventura para las generaciones futuras.
En Lanzarote, innumerables erupciones volcánicas han formado un extraño paisaje lunar. Casi nunca llueve. Debido a la aridez, apenas hay árboles de forma natural. Antes de que se construyera todo en las costas para los turistas, muchos lugares de la isla recordaban al Sahara.
En Lanzarote , sembrar en el suelo kárstico y seco para obtener alimentos, es un gran reto para sus habitantes. Sin embargo, consiguen, incluso, producir vino, gracias a miles de pequeñas hondonadas ,que actúan como depósitos de agua, donde cultivan vides; además, la porosa roca volcánica absorbe el rocío como una esponja.
Al igual que en el Sahara, los camellos se utilizaban antiguamente como animales de carga en la agricultura de Lanzarote. Sindo Morales, trabajó con los animales en el campo cuando era niño y hoy los cría. Todas las mañanas conduce de treinta a cuarenta camellos por el paisaje volcánico hasta las "Montañas de Fuego", donde transportan sobre sus jorobas a los turistas por el parque nacional.
Lanzarote, la "perla negra" del Atlántico, es fuente de inspiración para lugareños y visitantes. El artista y arquitecto lanzaroteño César Manrique realizó proyectos pioneros en "su isla”, como el restaurante panorámico Mirador del Río, donde el edificio se funde con el paisaje. El alfarero Aquilino Rodríguez produce su propia arcilla a partir de la singular tierra volcánica que recoge en sus incursiones por las montañas, así, cada objeto que sale de su horno contiene un trozo de Lanzarote.
A sólo 15 kilómetros al sur de Lanzarote se encuentra Fuerteventura, un imán para los aficionados a los deportes acuáticos de todo el mundo, que encuentran condiciones ideales en las innumerables pequeñas bahías de la costa norte. Es ahí donde el surfista Luis de Dios, encontró su hogar, ya que en Fuerteventura su deporte se convirtió en una forma de vida. Para preservar su paraíso, Luis limpia regularmente de basura las playas donde practica surf, y la convierte en arte.
La energía eólica, aparentemente inagotable y que tanto gusta a los surfistas, ha sido bien aprovechada desde hace tiempo por los habitantes de Fuerteventura, en donde hay cientos de molinos de viento, de los que sólo tres siguen funcionando hoy en día.
El molino de Tiscamanita lleva dieciocho años al cuidado de Jorge Padilla, que todas las mañanas iza las velas de la "bestia rebelde", como llama a su molino, y a donde, por ley, los isleños pueden ir a moler gratuitamente su grano en cualquier momento.
Vistos a la distancia, los diversos tonos de la tierra de la isla recuerdan al desierto del norte de África. De hecho, Fuerteventura tiene extensiones kilométricas de zonas arenosas, como la duna movediza de El Jable, cuya conservación está en peligro. La joven científica medioambiental Yanira Arocha, se ha propuesto salvar la duna para preservar algo único de Fuerteventura para las generaciones futuras.